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Según un estudio del Instituto de Biomecánica de Valencia, el 25% de las bajas laborales son consecuencia del Síndrome del Edificio Enfermo
En España este síntoma afectaría al 50% de los trabajadores, con consecuencias psico-fisiológicas diversas. El concepto de Síndrome del Edificio Enfermo fue establecido en 1992 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La prevención pasa por desarrollar actividades de limpieza, mantenimiento del edificio y, sobre todo, la evaluación de todo riesgo potencial (a veces, emergente) cuando se introducen cambios en los lugares-puestos de trabajo. España, país de servicios, cuenta con cientos de miles de oficinas, cuyas condiciones de salud ambiental tienen un impacto nada desdeñable sobre la incapacidad laboral por ‘enfermedad común’ (aunque la casa suele ser, en muchos casos, una exposición laboral).
La mecanización de las oficinas conlleva la entrada en escena de numerosos equipos eléctricos y electrónicos, cuyo funcionamiento genera campos electromagnéticos
Dicha exposición muestra una tendencia creciente, pudiendo dar origen a problemas de salud. La aparición de una enfermedad habitualmente asociada con trabajadores en oficinas, denominada Lipoatrofia Semicircular (LS), ha destacado la necesidad de reducir la intensidad de los campos electromagnéticos en los lugares de trabajo.
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Causas de la lipoatrofia semicircular
“Aunque los detalles del mecanismo responsable para la aparición de esta enfermedad no son completamente conocidos en términos médicos, cada caso tiene un factor en común, que corresponde a la existencia de un campo eléctrico alto, cerca de la posición del trabajador, habitualmente el canto del tablero o mesa de trabajo. Es muy probable que las cargas estáticas, generadas en gran medida por el roce de ropa sintética, también tengan un papel importante en la aparición de Lipoatrofia Semicircular por vía de la aceleración de dichas cargas en el campo eléctrico anómalo que se extiende por el canto del mobiliario”, advierte Radiansa Consulting, empresa especializada en la protección de personas y espacios contra las radiaciones.
Abundando en las causas, Radiansa aduce que “los tableros sintéticos incorporados en las mesas de trabajo modernas suelen tener una conductividad superficial pequeña, lo que ayuda a evitar la acumulación de cargas estáticas en la superficie durante la realización de tareas habituales. Pero esta pequeña conductividad es suficiente para que el tablero pueda generar un campo eléctrico variable en el tiempo por su acoplamiento inductivo con campos eléctricos generados en la estructura metálica de la mesa, provocados por cables que recorren una trayectoria muy cercana a la estructura metálica, o por la ubicación de equipos eléctricos sin toma de tierra encima o cerca de la mesa. El punto de máxima intensidad de este campo se encuentra en el canto del tablero, debido a la tendencia de los campos eléctricos a concentrarse en los puntos que tienen un radio de curvatura pequeño. La altura habitual de las mesas de trabajo es de 72 cm, la altura habitual de las lesiones en los muslos de los trabajadores afectados”.
La lipoatrofia surge de la interacción de dos factores: campos eléctricos de baja frecuencia (50Hz), y cargas estáticas
Sin la presencia del campo eléctrico, la carga electrostática se disiparía de forma normal o se descargaría al tocar un objeto conductor. Sin embargo, en la presencia de un campo eléctrico (red de suministro de los equipos), las cargas quedan “atrapados” en el campo, creando una carga especial y, como consecuencia, un campo electromagnético enormemente amplificado localizado en el espacio entre el canto del tablero y el cuerpo de los trabajadores.
Campos electromagnéticos y lipoatrofia
El investigador del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), Alejandro Úbeda Maeso es autor del estudio “Campos débiles y lipoatrofia semicircular”, un ensayo experimental sobre la hipótesis de que la exposición ocupacional a CM débiles es un cofactor potencial en la aparición de lipoatrofía semicircular. Para el ensayo se utilizaron cultivos de células madre derivadas de tejido adiposo (ADSC) de un donante adulto, sometidas a un tratamiento de diferenciación adiposa in vitro, en presencia o ausencia de estimulación por campo magnético intermitente, homogéneo de 50 Hz y B=100 μT.
Los experimentos revelaron, en palabras del autor, que “el campo magnético puede provocar un descenso significativo en la cantidad de ácidos grasos sintetizados por células expuestas en fases tempranas de su diferenciación. Este resultado constituye un primer indicio de que, en sus estadios iniciales, la diferenciación adipocítica puede verse ralentizada o bloqueada parcialmente por la exposición a campos magnéticos de 50 Hz débiles.
Úbeda Maeso también se refiere al factor sinérgico que supone el contacto mecánico con las superficies expuestas a CEM. Al respecto dice que “existe un consenso general acerca de la implicación de estímulos de tipo mecánico como factor necesario, pero no suficiente, en el desarrollo de la lipoatrofia semicircular. (…) nuestros resultados, interpretados dentro del conjunto de la evidencia, permiten proponer la existencia de una posible sinergia de factores, mecánicos y electromagnéticos, en el desarrollo de la LS en ambientes ocupacionales.
En consecuencia, nuestros resultados revelan que la exposición intermitente a dosis bajas (20% del Nivel de Referencia ocupacional) de CM de frecuencia industrial ejerce un efecto retardador o inhibidor de la diferenciación adipocítica temprana en células ADSC humanas”.
Más adelante, el estudio concluye que “los datos experimentales respaldan la hipótesis de que la exposición ocupacional a campos débiles es un factor implicado en el desarrollo de la lipoatrofia semicircular”. También advierte que “resulta conveniente conocer la influencia que dicho agente pueda ejercer sobre la fisiología celular, de manera que podamos valorar su potencial participación en fenómenos patológicos”. Y, finalmente, recomienda el “establecimiento de estrategias de control y reducción de la exposición a CM de baja frecuencia en ambientes ocupacionales de riesgo. Tales estrategias, que incluyen la puesta a tierra y/o apantallamiento del cableado de equipos eléctricos localizados en las mesas de trabajo, se han revelado eficaces, tanto para prevenir la aparición de nuevos casos de LS como para acelerar la recuperación en sujetos afectados”.
Medidas preventivas
Radiansa Consulting puntualiza que “eliminar los niveles de carga estática en la oficina no es la solución más eficaz para afrontar el problema. La generación de cargas estáticas es un proceso multifactorial -la ropa, productos de belleza, y características físicas del trabajador, además del ambiente de la oficina- todo tienen un papel importante. Aunque es recomendable tomar medidas sencillas para reducir las cargas electrostáticas, tales como la instalación de fundas antiestáticas en las sillas y el aumento de la humedad relativa en la oficina, sobre todo para ayudar la recuperación de personas ya afectadas por la LS, la disminución de los campos eléctricos anómalos es el asunto clave.
La lipoatrofia semicircular sólo aparece en puestos de trabajo en los cuales existen campos eléctricos por encima de los niveles normales
En la práctica, es muy difícil eliminar la generación de cargas electrostáticas hasta cero; hay que eliminar la anomalía en el puesto de trabajo, es decir, el campo eléctrico, que suele implicar modificaciones sencillas y económicas”.
A menudo, reducir los campos eléctricos cerca del trabajador sólo requiere la reconfiguración del equipamiento eléctrico y de los cables asociados, o el uso de cables de suministro apantallados.
·Actuación preventiva general
Cuando se confirma la existencia de lipoatrofia, corresponde aplicar las medidas preventivas generales, que incluyen: informar a los trabajadores sobre la patología, los factores relacionados y las medidas a implantar; establecer mecanismos de coordinación empresarial, si fuese necesario; y establecer medidas prácticas relacionadas con los factores que pueden estar relacionados con la aparición de la lipoatrofia. Este punto incluye:
-Diseño del mobiliario. Silla (tejido antiestático con ruedas de grafito). Mesas (puesta a tierra cuando haya presencia de cableados en su interior, trenzado de cables protegidos y alejados de la persona, bordes anchos y redondeados, espacio suficiente entre las piernas). Suelo (elección de material antiestático o conductor, tratamiento superficial con ceras especiales. Evitar suelos vinílicos).
-Posturas de trabajo. Vigilar los procedimientos de trabajo en que el contacto de los muslos con la mesa sea continuado e informar a los trabajadores.
-Hábitos personales. Recomendar el uso de ropa natural evitando las fibras sintéticas, seda, rayón y lana. Utilizar calzado antiestático. Evitar ropa ajustada en la zona del muslo.
-Climatización. Debe de ser adecuada, con mayor aporte de aire exterior. Mantener la humedad relativa del aire por encima del 50% (si es necesario se pueden poner humidificadores).
-Evitar la acumulación de electricidad estática. Disponer de tomas de tierra en el mobiliario. Informar a los trabajadores sobre la vestimenta que hace más fácil la carga. Tras la implantación, debe hacerse el seguimiento de las medidas preventivas y de la evolución de la incidencia de la patología. Según el protocolo, en algunos casos deberá notificarse la incidencia a la autoridad laboral
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Procedimiento de actuación de la empresa
El protocolo de la Generalitat de Catalunya establece que la confirmación de un caso de LS supone su consideración como accidente de trabajo con la consiguiente comunicación a la autoridad laboral. Esta confirmación conlleva además la búsqueda por parte del servicio de prevención de más casos en el mismo centro. La aparición de más casos implica la consideración de brote epidemiológico, con el deber de notificación a la autoridad sanitaria y a la autoridad laboral. Esta notificación se realiza mediante los cuestionarios puestos a disposición por el protocolo, que permiten además un registro de información interna para la empresa.
A diferencia del protocolo catalán, el vasco no hace la consideración de accidente de trabajo, pero coincide en el deber de notificación cuando se confirma más de un caso a partir de la información recabada mediante unos cuestionarios similares. Sin embargo, restringe la notificación a Osalan (Instituto Vasco de Seguridad y Salud Laborales), sin aplicar el concepto de brote epidemiológico ni hacer intervenir a la autoridad sanitaria.
Procedimiento de actuación médica
El protocolo, creado en su día por la Generalitat de Catalunya, pretende orientar a los médicos del trabajo sobre procedimientos clínicos, diagnósticos y de seguimiento de las personas afectadas por LS y búsqueda activa de casos.
“El circuito de actuación del estudio de un caso se inicia cuando el médico del trabajo de una UBS sospecha que un trabajador sufre una LS que relaciona con el entorno laboral”, cita el Protocolo.
En la correspondiente historia clínica se recogerá lo siguiente:
-La información necesaria con el fin de descartar otras posibles causas de LS (panniculitis lúpica, esclerodérmica, otras panniculitis, lipoatrofias por anti-retrovirales, por inyección de insulina o corticoides).
-Las características del puesto de trabajo que hasta este momento se han podido relacionar mediante la observación en coordinación con el resto de personal técnico del SP.
Es de especial interés constatar si se produce apoyo de la persona en el borde de la mesa cuando está de pie trabajando, y también los posibles contactos con otro mobiliario. La mayoría de veces estos movimientos son inconscientes, motivo por el cual hay que valorar la forma en que el trabajador realiza las diferentes actividades en su puesto de trabajo.
Desorden del tejido adiposo
La lipoatrofia semicircular (LS) está contemplada en la literatura médica como una enfermedad poco frecuente, de causa desconocida, que se manifiesta por una atrofia, generalmente semicircular, del tejido graso subcutáneo. Dicha atrofia, que forma una hendidura visible, similar a la que producen unos calcetines que presionan excesivamente la pierna, suele localizarse en la cara anterior de los muslos. En función de las circunstancias posturales puede afectar otras zonas como las nalgas, espalda, brazos o, incluso, la cara.
La depresión en forma de banda del tejido subcutáneo graso no conlleva alteración de la piel o el tejido muscular. La lesión, que puede ser uni o bilateral, presenta longitudes entre 5-20 centímetros, hasta 20 milímetros de anchura, y de 1 a 5 milímetros de profundidad.
Esta enfermedad que, como se ha descrito, causa desórdenes estructurales del tejido adiposo se relaciona invariablemente con los llamados “edificios enfermos”, es decir lugares que presentan deficiencias ergonómicas en un amplio sentido del término.
Aunque la causa exacta es desconocida, todo apunta hacia los campos electromagnéticos y la baja humedad relativa
Curiosamente, en España se detectaron los casos más mediáticos en modernos edificios de oficinas de diversas compañías, por lo que podríamos hablar de un mal diseño de los puestos de trabajo pese a la modernidad de los centros de trabajo.
Otros síntomas del “edificio enfermo”
Para que se considere que existe el “síndrome del edificio enfermo” los síntomas deben afectar, al menos, a cerca del 20% de la plantilla. El ‘Facility Management’ o gestión de las instalaciones debe orientarse al mantenimiento preventivo, poniendo el énfasis en el control de:
-Ventilación. Mala ventilación. El síndrome aparece en la mayoría de los casos en edificios herméticos que cuentan con sistemas de ventilación centralizados, ventanas selladas y suelos con moquetas.
-Temperaturas. El contraste de la temperatura interior con la exterior por una mala regulación de la calefacción o del aire acondicionado es uno de los problemas más comunes del edificio enfermo.
-Partículas en suspensión. La calidad del aire del interior de un centro de trabajo o edificio de oficinas es incompatible con la presencia de polvo y partículas en suspensión o de agentes químicos en el aire.
-Iluminación. Por exceso o defecto, la iluminación puede ser una de las dolencias más evidentes de la oficina “enferma”. La luz no debe cambiar de intensidad o parpadear, debiendo iluminar con calidad,
además de aportar estabilidad visual. Su buena calidad no sólo elimina riesgos (fatiga visual, agotamiento, estrés, cefaleas), también aumenta la productividad (hasta un 5%, según estudios). Hay que aprovechar la luz solar, que se combinará con la artificial. Sin embargo, el sol no debe incidir directamente en las superficies de trabajo ni causar molestias para trabajar con las PVDs. Los puestos de trabajo mejoran mucho al trabajar con luz blanca (por ejemplo, la de los fluorescentes).
-Ruido. Aunque es un riesgo a la baja en el entorno de la oficina, este contaminante físico dificulta el trabajo y causa daños a largo plazo, por lo que siempre debe trabajarse con niveles de presión sonora por debajo de los límites legales. La solución pasa por una medición con un sonómetro y las medidas correctoras oportunas.
-Otros factores (físicos, químicos, biológicos). La lista obligatoria no debe olvidar la electricidad estática, humedades, parásitos, polen, porque también son contaminantes que atacan la salud del edificio (y de sus ocupantes). La mala distribución del espacio o criterios ergonómicos equivocados contribuyen también a crear una oficina “enferma”.
-Síntomas en las personas. Los indicios para sospechar de un edificio enfermo son irritación de la nariz o de la piel, congestión nasal, escozor y enrojecimiento ocular, dolor de garganta o de cabeza, náuseas y fatiga mental. Si los síntomas remiten cuando cesa la exposición, podemos concluir que la oficina es un edificio enfermo.
Edificios e instalaciones saludables
Cuando un edificio está ‘enfermo’ las personas que lo habitan también sufren patologías por contagio. Es difícil trabajar más -o mejor- en edificios que están mermando drásticamente nuestras capacidades físicas. No podemos permitirnos el dudoso lujo de tener edificios donde la gente vaya a trabajar y acabe enfermando.
La CAI (Calidad Ambiental de Interiores) representa salud para la oficina, al precio de una buena gestión, que supone:
-La auditoría ambiental e higiénico-sanitaria de edificios. Su objetivo es detectar inconformidades, factores de riesgo asociados, entre otros, a la mala calidad del aire, a la contaminación por agentes físicos, químicos, biológicos y microbiológicos, a deficientes sistemas de limpieza y desinfección, y a carencias ergonómicas de todo tipo.
-La gestión ambiental e higiénico-sanitaria de los edificios. Su amplio espectro incluye el análisis del aire y de superficies; estudio de iluminación, ruido y vibraciones; inspección, diagnóstico y descontaminación de los sistemas de climatización; diagnóstico del entorno electromagnético y de los factores ergonómicos; optimización energética, etc. Pero la lista es aún más larga, llamándonos la atención sobre otros requisitos, como: desinsectación-desratización, desinfección ambiental y de superficies, control de aves y otras plagas, prevención de la legionelosis (tratamiento de aguas de consumo humano).
La CAI es una forma integral de prevención de alcance muy superior a la prevención individual que ofrecen los EPI. Debe basarse en una política de ‘Facility Management’ (Gestión de Instalaciones). Con el objetivo de ahorrar costes, mejorar la productividad y generar plusvalías, el ‘Facility Management’ vendría a ser el médico de cabecera de los edificios, cuya función es vigilar (mantener) la salud de las instalaciones y, con ello, la salud de los trabajadores.